Trabajo Agrícola ‘Voluntario’ y otras formas de melancolía.

In General, Personales by MiguelLeave a Comment

En la larga entrevista que Timothy Snyder le hiciera a Tony Judt, publicada en español por Taurus con el nombre Pensar el siglo XX, el entrevistado relata, en una de las secciones, su experiencia como miembro de los Kibutz israelíes a mediados de los sesenta. Cuenta Judt que los responsables de estos asentamientos iban por toda Europa buscando voluntarios para que trabajaran en los sembradíos durante el verano. Como diría el propio Judt si aquello era explotación, a nadie parecía importarle. A mí desde luego me encantaba aquello de recoger plátanos, disfrutar de una vida sana y sin artificios, explorar el país en camioneta y visitar Jerusalén con las chicas. Algo parecido escuché una vez de boca de unos amigos que relataban su experiencia juvenil como trabajadores agrícolas mientras vivían en Cuba. Conocer chicas, descubrir el primer amor en medio de una plantación, cantar en las noches alrededor del fuego mientras alguien toca la guitarra: sea en Cuba o en Israel, lejos de parecer traumático o violento, desde la óptica de un adolescente, ir al campo a trabajar parece más bien una aventura encantadora preferible a quedarse en casa aburrido durante julio o agosto. La explicación de Judt es sencilla: ir a trabajar al campo es una aventura cuando en él te encuentras con aquello con lo cual no te puedes encontrar quedándote en casa, esto es, aventuras, gente de tu misma edad y una organización que te hace sentir protagonista. Así sucedió en Israel con la colaboración de los movimientos de centro izquierda, así sigue sucediendo en Cuba bajo el auspicio del Partido Comunista de Cuba y ahora es decreto en Venezuela gracias a los lineamientos del presidente y el Partido Socialista Unido de Venezuela, solo que con la salvedad (aun no oficial ya que la palabra ‘voluntario’ no ha sido agregada formalmente al decreto) de que, ha sido llamado ‘voluntario’ por sus proponentes, término que, dentro de los círculos revolucionarios no significa otra cosa sino obligatorio.

A caballo vamos pal’ monte / A caballo vamos pal’ monte.

En el marco del decreto contra la ‘Guerra Económica’ aparece ahora este otro decreto (el 9855) el cual insta tanto a empresas públicas, como privadas y mixtas a que inviten a sus trabajadores para que lleven a cabo tareas agrícolas ‘voluntarias’ mientras la emergencia económica persista en Venezuela. No voy a entrar en discusiones sobre la legalidad o no de esta clase de ‘invitación’ al trabajo agrícola porque a todas luces es una medida tan demagógica y estéril como las ideas de quienes la defienden y proponen. Lo que me resulta curioso en este caso, es la genealogía de la que emerge esta iniciativa, el margen desde el cual se plantea y la energía subyacente a la que apela e invoca para su puesta en marcha. Con este decreto, promulgado a más de quince años de la llegada al poder de la Revolución Bolivariana, por fin la juventud revolucionaria cuenta con el apoyo legal para montar el parque temático con el que tanto soñaron, uno en el que puedan cantar canciones de Sílvio Rodríguez, Pablo Milanés o Mercedes Sosa bajo la luz de las estrellas, alrededor del fuego, mientras sutilmente tocan la mano de alguien más al tiempo que, al igual que Judt, son utilizados como esclavos sin que parezca importarles. Parece que llegó el momento de hacer de las vacaciones un tiempo en el que la revolución y el entretenimiento se conjuguen, el momento de ofrecer a quienes quieran hacerlo, una alternativa para que se amalgamen desde lo afectivo en el campo Venezolano, en esas idílicas llanuras de las que tanto se habló en la literatura criolla y que hoy  son el espacio destinado (según el decreto en cuestión) para el renacimiento de Venezuela. En otras palabras, la nostalgia por un pasado primitivo donde los problemas de hoy no existen, hoy se transforma en decreto y reclama protagonistas comprometidos, dispuestos a comenzar desde cero una epopeya que, como el resto de las cruzadas agrícolas del socialismo soviético de la posguerra, ya se sabe que terminará en fracaso.

Mejor quédese en casa: no lo digo por usted, lo digo por mí.

Ya en el ocaso del chavismo, ir al campo a trabajar desde la ciudad, había sido una promesa que hasta hoy no habían podido cumplir. Lo irónico, lo risible incluso, es que frente a la escardilla, el saco de semillas y el sol inclemente, estarán los hombres y mujeres de la revolución, el llamado ‘hombre nuevo’ por el socialismo del siglo XXI. La responsabilidad de abastecer los supermercados del todo el país recaerá ahora en los hombros de hombres y mujeres que hasta ahora lo que han hecho es marchar por una revolución que no ha hecho otra cosa que transformar sus expectativas en decepciones y reducirlos, en el mejor de los casos, a empleados de oficina, dedicados en su mayoría, a labores absolutamente prescindibles en medio de un caos que difícilmente, mientras abracen el dogma chavista, puedan llegar a explicarse (si alguien cree que exagero lo invito a que me acompañe por todas las oficinas públicas que he visitado durante todos los años de revolución y verá que solo en pocas, muy pocas, se trabaja con cierta seriedad, no en vano obtener un sello de apostillamiento o alguna cosa similar puede tardar meses, y si se trata de una decisión judicial, pueden ser años). Por eso, pareciera que el decreto en cuestión no está dirigido a esos revolucionarios que a duras penas, gracias a la falta de comida, pueden mantenerse medianamente concentrados en un trabajo de oficina durante seis horas, pareciera más bien estar dirigido a los más jóvenes, a aquellos que han pasado la vida entera escuchando discursos de Chávez una y otra vez y que en nombre de lo único que poseen, que no es otra cosa que la absurda causa revolucionaria, ven en esta invitación a la ‘siembra voluntaria’ una oportunidad de renovar sus votos y darle otro chance al socialismo bolivariano.

Seguramente esta iniciativa solo servirá para filmar un par de spots en los que aparezcan jóvenes entusiastas yendo al campo a salvar a la patria, esa que también fueron a salvar los cubanos alguna vez mientras quemaban banderas de USA para luego, años después de su connotado fracaso, lanzarse a la calle para robarle una sonrisa a Obama. Quién sabe a quién buscarán estos jóvenes románticos que hoy se ven tentados a pasar sus vacaciones durmiendo en establos años después, tras contemplar la irrelevancia de sus esfuerzo. Quén sabe si saldrán a aplaudir a un hijo de Trump o a un nieto de Chávez. Por ahora, como diría Portables Chapea el monte, cultiva el llano / recoge el fruto de tu sudor. Ya mañana vendrá un nuevo mesías a intentar redimir decepciones.

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