Hablar de la muerte no tiene sentido por que al hacerlo, uno sabe de antemano que va a quedar mal, más aun si uno es un escritor amateur. Creo que hablar de lo contigente resulta mucho más cómodo, más manejable, lo inefable que se lo imagine el lector. Si uno de antemano sabe que va a terminar diciendo dislates de algo, lo mejor es no decir nada; tal vez así, quien lo termina leyendo a uno, a lo mejor piensa que tal vez uno hubiese podido decir algo interesante sobre lo no mencionado, en otras palabras, calladito uno a veces queda mejor. Este relato trata de eso, de lo poco que uno puede decir sobre el morir-irse: las pequeñas batallas, la peleas domésticas , los pequeños duelos que cualquiera seguramente comenzaría a vivir desde el momento en el que con certeza un médico pronuncia frente a un paciente la palabra cáncer.
Foto: archivo personal Laura Lupi – Miguel Vásquez
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