Brexit

The Taste of Brexit

In General, Personales by MiguelLeave a Comment

La foto de este post y su título, tomados del Facebook de Anastasia Piliavsky, me han dado pie para escribir estas líneas a propósito del Brexit y el sinsabor que envuelven las rupturas. Durante mi vida he vivido en tres lugares diferentes: Caracas, Londres y ahora Madrid. En el primero de ellos he podido disfrutar de una niñez casi idílica y una adultez llena de violencia, tanto política como de todo tipo: institucional, laboral, académica y personal. Violencia que sobretodo en los últimos años, se ha traducido en desasosiego, incertidumbre y escasez. Por esto, y un sin fin de cosas más, la ansiedad, la depresión y el desprecio por el otro, se han transformado en moneda común en la Caracas de hoy.

Atrás quedaron no se cuantas cosas divertidas y sencillas que cualquiera que tenga hoy casi cuarenta años disfrutó en un lugar que, para nuestros padres, fue poco menos que un paraíso. Esto es algo que todo el mundo sabe y sobre lo cual, de manera nostálgica y melancólica, otros han escrito hasta la saciedad, tratando de volver sobre un pasado que no volverá pero al que todos solemos ir en nuestra mente cada vez que algo nos falta, como si en la memoria viajásemos a otro país que por causalidad se llama Venezuela pero que poco tiene que ver con lo que hoy somos. Para quienes hemos vivido allí, Caracas, más que cualquier otra cosa, se transformó en una ciudad que día a día nos recuerda que, como país, estamos divididos, más que por clases, por la defensa o rechazo de un credo político, que de aceptarse, implica bajar la cabeza frente una doctrina ridícula contentiva de lo más bajo de la venezolanidad y de suyo opuesta a cualquier forma civilizada de gobierno. De esa división, que nace del rechazo a esa forma impulsiva y delirante de hacer política, nació la barbarie en la cual hoy habitamos.

Cuando me a fui a vivir a Londres en 2011, el espíritu multicultural que posee la ciudad (no se si lo seguirá teniendo despues de hoy)  me arropó por completo. Su aguasonado alcalde (para ese entonces Boris Johnson, mejor conocido simplemente como ‘Boris’) sus preparativos pre-olímpicos, el jubileo de la Reina (en el que Paul McCartney tuvo el rol protagonico el día del cierre de las festividades) hacían que vivir allí fuese una experiencia cosmopolita difícilmente repetible en otra parte del mundo. Recuerdo que Nestor Santamaría, un día en una conversación sobre política, me comentó que, a pesar de haber olvidado a su hija en un pub un domingo, Cameron era un sujeto bastante popular, que la máquina contra la que jugaba tenis se llamaba Nick Clegg, y que el UKIP (el Partido Independentista Británico) estaba en sus horas más bajas, asunto por el cual, el nacionalismo británico se hallaba hundido bajo un presente que poco quería saber de radicalismos nacionalistas, más aun en Londres.

Todo ello, en muy pocos años, quedó sepultado como el espíritu de la Caracas de otrora. Boris Johnson, (quien seguramente aspirará en algún punto a ser el Primer Ministro Británico) se decantó, por razones sin duda coyunturales, por defender la salida del Reino Unido de la zona euro, el supuestamente vetusto UKIP, hoy defensor también del Brexit, ha resurgido de las cenizas a punta de echarle gasolina al nacionalismo más rancio, y para colmo de males, Donald Trump festeja la salida de los ingleses de la eurozona inaugurando un campo de golf en Escocia. Aquel espíritu de ese pujante país, de aquella ciudad que años atrás parecía idílica, hoy, en cuestión de horas, dio paso a la devaluación, al anuncio de posibles despidos masivos y la incertidumbre. Sin embargo, hoy el Reino Unido, tal como muchos lo desean, es más pobre pero más inglés que nunca. Hoy, esa división, me hace pensar que, si estuviera viviendo allá, me sentiría sin duda muy cerca de Caracas y de su ¡Pero tenemos patria carajo!

No se si es que yo persigo esta clase de males o ellos me persiguen a mi, la cosa es que a veces me siento como mi amigo Javier Torres quién dice que la desdicha lo persigue por que “salí de Cuba por que me llamaban gusano, y ahora al llegar a Venezuela me llaman escuálido”. El asunto es que la noticia del Brexit y el fin del Londres prospero y de todo el mundo, me agarra viviendo en Madrid donde escucho alarmado a la izquierda ‘caviar’ de Podemos hablar de la salida de España de la zona euro al tiempo que veo videos de Pablo Iglesias usando franelas con los ojos de Chávez.

Se hizo loco este mundo, casi despreciable. Un lugar donde, tal como decía Lipovetsky en La Era del Vacío, quienes tienen la oportunidad de vivir en las sociedades donde reina el libre mercado, rara vez tienen en cuenta el esfuerzo que tomó, a generaciones enteras, darle las condiciones de vida que hoy disfrutan. Esta forma de vida, indiferente con las consecuencias de su actos, enamorada de sus propias convicciones, populistas a más no poder, me produce, y creo que a muchos también, el más profundo desprecio. Por eso, tras el triunfo del ‘Leave’ en Reino Unido, tras escuchar a Pablo Iglesias decir “Este 26 de junio saquémoslos del poder con una sonrisa” me siento de vuelta en Caracas, esa donde uno se puede sentir pobre de la noche a la mañana, donde ya la gente dejó de pedir limosna hace mucho tiempo para ponerse a robar, esa donde la muerte se viste de noche y en la que vivir es solo un asunto de suerte.

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